Despues de diez años de contaminación, la Justicia prohibe las fumigaciones con agrotóxicos en Cordoba

Luego de casi diez años de lucha, protestas y denuncias, los habitantes de Ituzaingó Anexo, un barrio de las afueras de Córdoba, lograron que la Justicia ordene la suspensión de las fumigaciones con agrotóxicos en la zona y sus alrededores.

Los químicos con los que los productores fumigaban los campos de soja que rodean la localidad enfermaron de cáncer a 200 de los 5.000 habitantes de Ituzaingó Anexo, según datos de "Madres de Ituzaingó", un grupo de mujeres que luchó para detener ese accionar.

En las fumigaciones de los campos, que en muchos casos sólo estaban separados de las viviendas por una calle, los dos agrotóxicos utilizados son el glifosato y el endosulfán. Quedó comprobado que estos potentes herbicidas provocaron, además, alergias respiratorias, malformaciones, enfermedades neurológicas y problemas en la piel, vista, oído y vías respiratorias de los vecinos.

En la presentación que las "Madres de Ituzaingó" realizaron ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación solicitaban "terminar con las fumigaciones que atentan contra la salud de la gente que habita el barrio y la conformación de un equipo médico para mejorar su situación sanitaria".

A la espera del fallo del máximo tribunal, la Justicia cordobesa tomó una medida cautelar para suspender las fumigaciones. Prohibió el uso de agroquímicos a menos de 500 metros de zonas urbanas y a menos de 1.500 si la acción es aérea. Estableció el hecho como un delito penal, con penas de hasta 10 años de prisión para quien lo cometa.

La resolución fue bien recibida por los afectados. María Godoy, una de las "Madres de Ituzaingó", señaló: "En este largo proceso es bueno que, aunque tardíamente, hayan escuchado nuestro reclamos prohibiendo las fumigaciones".

Argentina con la soja al cuello

Durante tres años, la investigadora francesa Marie-Monique Robin viajó, entrevistó y recopiló documentación sobre la actividad de la multinacional líder en semillas transgénicas. Una parte importante de su labor se centró en la Argentina.

Luego de tres años de investigación, documentación, entrevistas y viajes –entre ellos uno a diversas zonas productoras de soja en la Argentina– la francesa Marie-Monique Robin hizo el identikit que descubre “la contracara, el rostro real” de Monsanto, la multinacional de origen norteamericano, líder mundial en producción de semillas transgénicas. Un tramo importante del trabajo de Robin se concentró en la Argentina.

PACTO CON EL DIABLO

A principios de los años noventa, los directivos de Monsanto vislumbraron su nuevo El Dorado al convertirse en interlocutores privilegiados de la Comisión Nacional Asesora de Biotecnología Agropecuaria (Conabia), creada por el gobierno de Carlos Menem en 1991.

En 1994, Monsanto inicia la comercialización de licencias con las principales empresas semilleras del país, que se ocupan de introducir el gen Roundup Ready en las variedades de su catálogo. Curiosamente, los dos mayores promotores de la biotecnología fueron La Nación y, sobre todo, Clarín.

LA MONSANTA TRINIDAD

La Trinidad que sirvió de cimiento para el advenimiento de la Era de la Soja comienza con las declaraciones de William Kosinsky, el “educador en biotecnología” de Monsanto, publicadas en la edición de La Nación del 23 de julio de 2000: “La biotecnología brindará más calidad de cosecha, más rindes, más facilidades para los agricultores y una agricultura sostenible que proveerá más alimentos, de mejor calidad y protegiendo el medio ambiente”.

Apenas veinte días después, el ex presidente Carlos Menem aportaba el segundo elemento, al declarar: “Con los OGM (organismos genéticamente modificados), la ciencia ha hecho una contribución decisiva a la guerra contra el hambre” (Ámbito Financiero, suplemento Ámbito Agropecuario, págs. 4-5, 11 de agosto de 2000).

Para acabar de configurar la Trinidad hacía falta un gran diario aliado a la causa: Héctor H. Huergo –director de Clarín Rural y, desde un principio, el más firme defensor argentino de los OGM–, editorial tras editorial, se ha encargado de desacreditar a todos los que se han opuesto a los transgénicos, incluso a los más moderados, calificándolos como críticos del progreso.

2001, LA CRUZADA TRANS

Luego de la debacle de 2001 se desata el boom de la soja, extendiendo su cultivo desde La Pampa y Buenos Aires hasta Chaco, Santiago del Estero e incluso Formosa y Salta. Un dato comparativo: en 1971, los cultivos de oleaginosas abarcaban 37 mil hectáreas; pasan a ocupar 8.300.000 en 2000 y 16 millones de hectáreas en 2007, equivalentes al 60% del total de la superficie cultivada del país.

En 2002, la Aapresid (Asociación Argentina de Productores de Siembra Directa), que nuclea a 1.500 grandes productores, se transforma en el principal promotor de la soja Roundup Ready y en el más servicial aliado de Monsanto en la Argentina, lanzando un programa denominado Soja Solidaria, con el que pretendían ayudar a unos diez millones de argentinos que sufrían desnutrición.

Una año después, cuando Soja Solidaria celebra su primer aniversario, Víctor Trucco (presidente de Aapresid) declara, sin ocultar su entusiasmo: “Con el tiempo, se recordará el año 2002 como el de la incorporación de la soja a la dieta de los argentinos” (Clarín, 11 de enero de 2003).

LA PÍRRICA VICTORIA

En muchas zonas del interior del país, como mínimo dos veces por año, los aviones fumigan indiscriminadamente con Roundup Ready y no es raro que lo hagan llegando hasta la misma puerta de las casas de los lugareños. Esto aun cuando es sabida la toxicidad de dos de los principales componentes presentes en el producto: el glifosato y, sobre todo, los surfactantes (sustancias inertes que permiten al glifosato penetrar en las plantas).

Dicha evidencia científica no impide que Monsanto publicite su Roundup Ready como «biodegradable y bueno para el medio ambiente». Gracias a ello, los trabajadores que se dedican a la fumigación con el producto no toman ningún tipo de precaución.

En pueblos cercanos a Paraná, son muchos los médicos que han constatado un drástico aumento de anomalías de la fecundidad (abortos naturales, muertes fetales precoces), disfunciones de tiroides y del aparato respiratorio (edemas pulmonares), de las funciones renales o endócrinas, enfermedades hepáticas, dermatológicas y problemas oculares graves.

También en la provincia de Entre Ríos, la autora recogió testimonios de numerosos casos de hipospadias (malformación de la uretra que no se prolonga hasta el final del pene) y criptorquidias (malformación congénita caracterizada por la ausencia de testículos en el escroto, testículos no descendidos), y disfunciones hormonales en mujeres.

FUEGO AMIGO

A lo largo de la ruta nacional 16 en dirección a Salta o Chaco, los troncos se apilan en las banquinas de la ruta. La deforestación en el monte chaqueño no tiene precedentes, los inversores privados no sólo incendian y arrasan los bosques nativos que aún quedan en la zona, sino que echan a sus pobladores, comprándoles sus parcelas o directamente desalojándolos de sus propiedades o de tierras estatales por medio de paramilitares armados, contratados por los sojeros.

En Santiago del Estero, los buldózeres trabajan febrilmente, empujando la frontera agrícola hacia el norte, quemando inmensas extensiones de bosques, constituyendo así no sólo una catástrofe ecológica y económica, sino también un genocidio cultural silenciado con dinero, sobornos y amenazas regadas con sobredosis de Roundup.

Es la Guerra de la Soja. El “boom” sojero, contrariamente a lo que nos han repetido hasta el hartazgo los dueños del poder económico, está en las antípodas de ser una bendición.