"La ansiedad nos comía los codos..."

La ansiedad nos comía los codos. En mi caso, me tocó atorarme con unas milanesas a las que no les di el tiempo merecido ni necesario para una digestión saludable. Rápido tomé todo lo preparado durante la mañana para llevar a la radio y subí a la bici de mi vieja para emprender viaje.

La verdad es que el tiempo sobraba, y cuando lo pude notar bajaron los nervios y decidí disfrutar de un paseo que hacía bastante tiempo no realizaba.

Bolsito al hombro y llave en bolsillo, emprendí el camino que tantas veces había transitado y que también eran parte del ritual de cada sábado pasado el mediodía.

Las calles totalmente desiertas como siempre a esta hora y en verano, pero sabía perfectamente que el aire acondicionado de la radio haría pasar inmediatamente el calor agobiante de una siesta de febrero.

Tomé como siempre por 6 de caballería hasta doblar a la derecha en San Martín. De ahí derecho unas cuadras hasta la avenida Rivadavia, otro giro a la izquierda hasta Belgrano hasta toparme con el paso a nivel.

Del otro lado de las vías las cosas parecen ser diferentes. Apenas ingresando al barrio oeste me encontré con vecinos en las veredas. Ambos nos reconocimos y los típicos ademanes con la mano levantada sirvieron para confirmarlo.

A pocas cuadras de la radio observé a un superhéroe con antifaz negro de no más de cinco años, un abuelo con bastón caminando hacía el sur con la velocidad que sus años le permiten, y la negra cabellera recién lavada de una hermosa y joven mujer.

Ya en el estudio la cosa comenzó a suceder. Apenas arrancado el programa llegaron Cesar y Gaby con los correspondientes mates; mientras Juani daba señales a través de los mensajitos de texto.
De ahí en adelante todo se pudo escuchar por radio.

Parte de lo que pusimos al aire en el programa lo compartimos a través de este blog.

Podrán encontrar archivos de audio, fotos y algún que otro video informal para que nos vean en acción.

Esto es lo que somos.

Esto es lo que hacemos.


Nos encontramos, tomamos mates, debatimos, nos divertimos, y además hacemos un programa de radio.

"...Y a decir verdad, lo extrañaba"

Hace un par de meses me pasó algo que habrá sido importante porque sino no lo recordaría en este momento. Tomé el teléfono para llamar a una rotisería y encargar uno de los manjares más sabrosos y tradicionales, de los que uno agradece que alguien haya inventado. Las empanadas son eso. Y te brindan la posibilidad de compartirlas en una mesa amplia y con amigos, con historias simples y de gente común.

Usted lector dirá que esto no tiene nada de novedoso, y tiene toda la razón del mundo. Lo que yo trato de contar no es el hecho de la empanada en sí misma, sino la llamada telefónica.

Como sucede siempre en toda casa desorganizada, los papelitos con números y nombres y fechas andan dando vueltas en cualquier lugar, menos en donde uno los está buscando. En esta ocasión, el que no aparecía era justamente el que tenía el número a donde uno iba a solicitar la docena de empanadas de carne salada y en lo posible bien jugosas.

Al no alcanzar buenos resultados, uno apela a la memoria y solidaridad de terceros, hasta que finalmente alguno te tira un dato certero y listo el pollo, o en este caso las empanadas.

Lo raro fue que al llamar por primera vez a ese número, inmediatamente alguien me atiende y en tan sólo cuestión de segundos me llama por mi nombre. Ante la sorpresa pregunto sobre como había sabido quién llamaba, pensando que quizá alguien me estaba jugando alguna broma de esas que después se recuerdan como anécdota durante la misma cena. Ante mi pregunta, la respuesta fue la que menos hubiera esperado.

“¿Pero cómo no voy a reconocer esa voz?”.

Perplejo me quedé y antes de poder emitir alguna opinión al respecto, mi interlocutor continuó:

“Durante dos años te escuchamos siempre mientras preparábamos todo en la cocina para la noche”.

Lo que siguió de la charla no es de mayor importancia. Para muchos de los que laburan en radio o televisión esto será algo casi corriente, pero a mi fue la primera vez que me sucedió. Y por sobre todas las cosas, lo que más me llama la atención es que este oyente recordaba instancias de un programa de radio que desde hace mas de dos años no se emitía en ese horario en la radio tostadense.

Historias Debidas es mucho más que un programa de radio. Fue sueño de hacer algo cuando termine de estudiar en mi pueblo. También fue el lugar en donde aprendí a conocer más y mejor a la gente de mi ciudad. El que me permitió recorrer cada barrio de la ciudad y encontrar gente que si bien uno no conocía, era como que nos conocíamos desde siempre. Y a decir verdad, lo extrañaba.

Porque se trata de un programa hecho por mucha gente, con muchas voces, pero con un solo objetivo. Hacer algo que resulte grato, útil y que facilite el encuentro.

Este nuevo amigo no se acordaba de la voz solamente, sino de lo que a través de ella teníamos para contar.

Y como tenemos muchas cosas para seguir contando, el sábado 12 volvemos.

Nos estaremos escuchando entonces.

Abrazo grande y fuerte.

Sergio