Dios nos libre de los vándalos de cinco años

Dicen que uno no se olvida nunca de su primer amor. Tampoco del barrio en el que dio sus primeros pasos ni de la escuela en la que conoció a los primeros amigos. Es por esto que a pesar de estar durante la mayor cantidad de tiempo en otra ciudad, no dejo de pensar y de preguntarme sobre las cosas que suceden en mi pueblo.

Cada vez que vuelvo, muchas personas me saludan como si en realidad nunca me hubiera ido. Amigas de mi vieja siguen invitándome a tomar mate con torta frita cuando todavía hay olorcito a tierra mojada después de la última llovizna. Algún que otro laburante se acuerda de mi viejo y me larga una humorada por no haber continuado con su carrera de plomería y estar ahora nadando entre palabras.

Es normal que cada vez que arranco algo me desvíe por los callejones del desvarío, y si usted me lee por primera vez creerá que esta no es la excepción. Sin embargo tiene un sentido lo que voy relatando, ya que me permite ingresar al terreno de mis lecturas entrañables a los portales de mi localidad. Quiero decir que, si bien mi trabajo consiste básicamente en estar atento a la información publicada en los medios de comunicación de diferentes lugares de la provincia y el país, es otra cosa la que busco cuando visito www.norfe.net.ar, www.antenanueve.com.ar, y la momentáneamente suspendida www.lanueva106.com.ar.

Cuando visito los portales de mi ciudad lo que estoy buscando es una señal. Algo que me cuente como anda la gente de mi barrio. Una imagen o comentario. Una simple mención que me lleve al lugar en el que no estoy pero del que aparentemente nunca uno puede salir del todo.

Debo reconocer que esta ilusión se revienta contra la pared cuando compruebo que la gran mayoría de las noticias publicadas son de carácter policial o los resultados el partido del domingo. Está claro que lo que aparece en los medios de comunicación es mucho más lo que el director del medio supone resulta de interés, que lo que a la gente verdaderamente puede resultarle útil o importante. Lo que los medios no cuentan, lo verdaderamente importante, sigue los caminos tradicionales de la comunicación: se transmite en la cola del supermercado, en el banco, en la sala de espera del hospital o el sanatorio, o incluso en el lugar de trabajo. Es ahí en donde se cuenta la verdad de las cosas que pasan en mi pueblo…. No en Internet.

A decir verdad, esto es más una expresión de deseo que una certeza. Digo esto porque desde hace un buen tiempo vengo notando que nada se parece la realidad que me cuentan los portales, con lo que puedo ver cada fin de semana que puedo visitar Tostado.

Si uno ingresa hoy mismo en el sitio de Norfe se encuentra con una noticia que al menos impacta en el título. Intentaré avanzar para demostrarle que lo que ahora nos parece impactante resulta una pequeñez en el desarrollo, por no decir que se trata de una gran mentira.

El titulo de la noticia dice “Destrozos en el Instituto Profesorado Nº 9”. Impactante, por cierto. Inmediatamente después, el copete de la noticia dice de manera textual “Chicos de 5, 9 y 10 años de edad provocaron serios destrozos en algunas dependencias del Instituto Profesorado Nº 9 “José María Scalengue”. Piso el freno y hago la primera reflexión, bastante obvia: Salvo algún berrinche en una fiesta familiar, no me he enterado en la vida de que un changuito de cinco años haya podido realizar serios destrozos en ningún lado. Sólo alguna mente malintencionada o cegada por la ignorancia puede unir a los chicos de 5, 9 y 10 años y a los serios destrozos en una misma oración.

El informe continúa comentando los serios destrozos provocados por los vándalos, que van desde haber pintado las paredes con fibras, hasta el haber desparramado algunos libros por el piso. La noticia destaca que si bien los chicos ingresaron por una puerta violentada, también rompieron una ventana.

No hay pérdidas materiales. Los hechos se desarrollaron en la sala de informática, pero no se robaron nada. La nota parece desinflarse al final. Como si hubiera estado preparando el terreno para revelarle a la ciudadanía en general, que estos tres menores son unos verdaderos delincuentes en potencia, que hoy entran al instituto y mañana entran a tu casa y te pegan un tiro a vos, a tu vieja, al vecino, al perro.

“Afortunadamente no hubo que lamentar faltantes”, dice la entrevistada al comentar el suceso. Creo que se equivoca. Hay un faltante enorme de buen gusto y de ética periodística (si es que eso existe en algún lado). Lo que abunda es la necesidad de crear noticias desesperanzadoras. Noticias que te quitan las ganas de levantarte cada mañana. Que te golpean como un balde de agua helada. Noticias que paralizan y dan por tierra con cualquier ilusión.

Una fábula creada desde una oficinita de cuatro metros por cuatro metros intenta poner un tema a su conveniencia, como relevante. Le sacan el jugo. En las radios buscan a los culpables. Los juzgan. Los incineran. Termina el programa con la sensación de que la justicia está en la radio, y que sólo en ese lugar hay respuestas ante tanta inseguridad. El señor que saludó mientras empezaba la canción, se va del estudio de radio a cambiarse. La gente no lo ve. Se pone el saco y la corbata porque está por empezar el noticiero de la tele. El noticiero hace el mismo circo pero le agrega la contundencia de las imágenes del hecho vandálico. La gente almuerza en su casa y mientras mira la tele, siente que ya vivió lo que esta viviendo. En un momento sucede lo que el periodista espera: en casa se habla del tema y se toma un posicionamiento al respecto. A la tarde, en la cola del super, el tema surge y todos hablan. Todos opinan. Mientras tanto el señor del noticiero va a su trabajo de nuevo. Volviendo a la oficinita, mastica una nueva fábula.

La cuestión es muy seria. La verdad no está en Internet, pero en los lugares en los que siempre la busqué, ya no se siente tan segura.

No sé como terminar este relato. Quizá porque prefiero que no se termine. Quizá porque tengo la esperanza de que alguna vez los grandes medios estén al servicio de sus oyentes, y no de sus gerentes.