El regreso de la maestra caracol







Le decían la maestra caracol. Hermoso y simple apodo que le regaló el pueblo. Las familias de obreros y hacheros que veían el amanecer y la llegada de la Luna siempre sobre el horizonte que les imponía La Forestal. Ella, la maestra caracol, se llamaba Angela Peralta Pino.

Estaba empecinada en enseñar a leer, escribir, sumar, restar y contagiar el amor por el país a las hijas e hijos de los explotados en el latifundio que era dueño de la tercera parte de la provincia de Santa Fe y otro pedazo grande del Chaco.

Pero no había escuelas para los hacinados en el monte, los condenados del quebracho colorado. Por eso Angela se convirtió en la maestra caracol.

Convirtió un viejo y destartalado vagón en aula móvil y llevaba la libertad del conocimiento a los confines últimos del feudo.

No la pudieron doblegar.

Ella iba y venía con el vagón escuela y dormía y comía en su interior.

Era su casa y la esperanza de futuro para decenas y decenas de pibas y pibes que jamás hubieran conocido la escuela. La casa en ella, la escuela en ella, la maestra caracol como sintetizó el humilde pueblo del norte.

Y aunque no sean muchos los que recuerden semejante epopeya, todavía en los territorios saqueados del norte santafesino, en particular, y argentino, en general, citar a la maestra caracol trae al presente aquel ejemplo surgido de la necesidad y también actualiza las urgencias de los que sobreviven en esos trozos del mapa nacional.

Angela Peralta Pino escribió para el futuro y decía en sus papeles acumulados en algún rincón del vagón-casa-escuela que es necesario apostar a la transparencia y ternura sin límites de esas chicas y chicos hijas e hijos de generaciones explotadas.

Que bien alimentados podrían generar una sociedad con valores profundos y democráticos, se esperanzaba la maestra caracol.

Medio siglo después, las cosas no cambiaron demasiado para los purretes del septentrión argentino. Y aunque no esté más La Forestal sigue vigente la domesticación a fuerza de falta de comida necesaria y permanente.

Según la Asociación Civil de Padrinos de Alumnos y Escuelas Rurales, cerca del 20 por ciento de los alumnos de escuelas rurales del norte de la Argentina sufren desnutrición por falta de políticas públicas.

De allí que la organización haya lanzado el llamado “alerta rojo nutricional”, porque "la gran mayoría de los niños de zonas rurales no están recibiendo la alimentación adecuada en la etapa del desarrollo y esto llega a producir trastornos importantes en su evolución; muchos niños discapacitados mentales tienen su origen en esta desnutrición en la edad temprana", sostuvieron los integrantes de la Asociación.

Habrá que multiplicar el compromiso militante y amoroso de la maestra caracol para enfrentar la desidia de los Estados y la indiferencia acumulada de la riqueza concentrada que insiste en imponer el futuro en el norte argentino.

Por los caminos y picadas polvorientos de aquellos lugares, Angela Peralta Pino vuelve a recorrer con urgencia los senderos de una sociedad que indefectiblemente deberá ser mejor