La (est) ética es lo que importa


Por Sergio Lescano.


De muestra basta un botón, dice la sabiduría popular. En este caso el mismo término sabiduría popular resulta adecuado para hacer referencia al contenido de la nota.

Hablo de la transmisión del saber en tiempos lejanos, pensando en la necesidad y el derecho a la alfabetización de todos los integrantes de un pueblo.

La democratización de las oportunidades, o la distribución de la riqueza podrían ser títulos para esta pseudo editorial.

Defino arbitrariamente el concepto “riqueza” como los recursos que hacen al desarrollo de una población y particularmente de cada ciudadano. Hacer foco exclusivamente en la riqueza material es ni más ni menos que una muestra harto elocuente de la pobreza intelectual. He oído alguna vez que no existen territorios pobres, sino más bien territorios empobrecidos.

Nuestro departamento cumple con todos los requisitos para ser incluido en esa categorización, y pruebas de esto no sólo las encontramos en el escaso desarrollo económico de la región, sino en la ausencia de políticas culturales que hablen de valorar la riqueza simbólica.

La nota de Carlos Del Frade me hace pensar en la emblemática escuela rodante de Angelita Peralta Pino. Patrimonio cultural que no nos pertenece a nosotros solamente (los tostadenses) sino que por su historia es de pertenencia de todos los que se sientan sensibilizados con la educación del pueblo. Nos corresponde como anfitriones, darle un excelente cuidado a tamaña reliquia.

Cuando la pobreza es una consecuencia, vaya y pase; pero cuando se trata de imponer una mirada vacía y sin compromiso, se termina mas temprano que tarde en el desprecio. Es este desprecio el que con mucho de fantasía e imaginación, nos cuenta una historia por los diarios, la radio y la TV, pero que nada tiene que ver con la realidad.

Según se publicó, la escuelita rodante se encuentra completamente restaurada producto de la laboriosa función de quienes se atribuyen la gestión cultural. No es lo que uno puede ver cuando se acerca al viejo y abandonado corralón municipal y se encuentra con la reliquia tirada a la intemperie, sin ningún tipo de refugio ante las inclemencias del tiempo, con muestras claras de haber recibido un trato no lo suficientemente especializado para la restauración de este tipo de piezas de museo.

Quizá mi observación sea demasiado minuciosa y exigente. Me olvidaba que en estos tiempos las acciones valen más por lo que se muestra de ellas que por lo que realmente significan. No debería sorprenderme a esta altura una actitud semejante, aunque no deja de indignarme la mentira como metodología de trabajo.

Si lo que informan no es verdad, debe ser entonces que no existen acciones verdaderas para comunicar. Evidentemente, en este contexto una mano de pintura anti-óxido es una acción concreta y verdadera.

Con un poco de trabajo en la redacción, algunos buenos contactos en los medios provinciales, pautas publicitarias que venden humo, mucho de astucia y nada de vergüenza, se puede convertir este dato en un excelente anuncio.

El resto es meramente decorativo. Una foto espontánea en el lugar de trabajo; un cafecito cargado para amenizar la tarea; marcar la tarjeta de salida en el trabajo que sacrificadamente desarrolla, partir a casa para dormir una siesta recomponedora de energías, y luego concurrir a la radio para hablar de honestidad, compromiso y ética profesional